Desaparecidos y muertos que no cuentan | por: Esterla Barreto

Al igual que en muchos otros eventos en América Latina en los actos protocolares alguien recuerda a nuestros muertos en las luchas por la justicia.  Hoy fue Patricia Acevedo, Presidenta de la Asociación Latinoamericana de Enseñanza e Investigación en Trabajo Social (ALAEITS), quien convocó a la memoria, verdad y justicia por el grupo de 43 estudiantes  normalistas desaparecidos por el gobierno mexicano en el estado de Ayotzinapa hace exactamente un año y dos días.  Cuando llegamos a Ciudad México el pasado sábado 26 de septiembre las calles estaban abarrotadas con las manifestaciones populares exigiendo verdad y justicia.  Pensar que en el Siglo XXI es posible que un Estado recurra a la desaparición de sus ciudadanos para sostener cuestionables democracias es extremadamente perturbador.  Sin embargo, más perturbador es reconocer que muchas de las personas que lean estas líneas no saben, des-conocen, que 43 jóvenes estudiantes universitarios fueron desaparecidos por participar de los procesos democráticos de su país.  Ignoran  que hace apenas un año a una madre y a un padre de un lejano pueblo latinoamericano le desaparecieron un hijo o una hija y que hoy todavía esperan por explicaciones.  

Sin embargo, otros sin embargos, se hacen necesarios…

Sin embargo, otra perturbación ocurrió cuando Carlos Vilas, conferenciante magistral, refiriéndose a las actuales democracias progresistas del continente dijo que contrario a las dictaduras del pasado hoy “los conflictos políticos se dirimen contando votos y no contando muertos.” En principio asumo que amplias mayorías preferimos que los conflictos políticos se diriman contando votos.  Mejor aún que las hegemonías políticas se alcancen con las armas de nuestras palabras, y que solo los egos salgan mal heridos de nuestras luchas.  

… sin embargo, hace solo un año desaparecieron 48 estudiantes, que bien pudieran ser cualesquiera de los y las nueve que me acompañan.  ¿Será que esos muertos han desaparecido dos veces, de la materialidad de nuestra condición humana y de muchas de nuestras memorias, gracias a un olvido forzado o una memoria que nunca fue construida?

… sin embargo, a través de la Región cada año mueren: miles de jóvenes varones, principalmente por vínculos con el narcotráfico; miles de personas que no tendrán acceso a servicios de salud; decenas de mujeres, niñas y niños que están en relaciones violentas o sencillamente mueren de hambre o de mala alimentación,  entre otras muertes, a pesar de gobiernos legítimamente elegidos gracias a la democracia representativa, gracias  al voto en una urna secreta.

Si bien es valioso, deseable y racional que lo gobiernos sean elegidos y  no impuestos mediante dictaduras, también es cierto que hay miles de muertos que la democracia del mercado, la propiedad privada, el derecho a la libre expresión de mentiras, la especulación financiera, el narco y las formas de dominación y violencia interpersonal  matan. ESOS DEBEN SER MUERTOS QUE CUENTAN, PERO QUE LAS DEMOCRACIAS REPRESENTATIVAS DE DERECHA Y DE IZQUIERDA NO CUENTAN COMO SE CONTABAN SOLDADOS, POLICÍAS, ENCUBIERTOS O GUERRILLEROS. No son muertos que hacen tema en las Comisiones de Verdad y Justicia, no llaman la atención de organismos internacionales, y en general no le prestamos mucho cuidado, pues vivimos en países democráticos en los que en última instancia es responsabilidad del individuo, asumir la misma, y salir adelante. Son seres-objeto desechables que no impiden que las democracias representativas como la de Puerto Rico sigan haciéndose de la vista larga con muertos que no tienen valor político.

Entonces, vuelvo atrás y me pregunté, ¿será que no ha habido suficientes muertos?; ¿será que vivimos  descansado en el derecho al voto? ¿Será que vivimos el encantamiento de una democracia participativa que todavía  no torna la palabra en arma para de-construir, problematizar y tensionar, pues se la pasa en la búsqueda de concesos, mientras los disensos se quedan para un futuro que parece nunca llegar?

No hay de otra, nos toca como profesionales comprometidas con la justicia, hacer memorias, recordar muertos que valen poco, desarrollar voces cuestionadoras, debatir a la saciedad, profundizar en nuestra comprensión de la-s realidad-es política, económica, social y cultural, escuchar con genuina atención e interés la palabra de los sujetos con los cuales trabajamos y armarnos de valor para hacer lo indispensable cuando nos toque.

Reflexión de Esterla Barreto, Profesora de Trabajo Social

Escuela de Trabajo Social Beatriz Lasalle- Universidad de Puerto Rico