Legitimidades en la UPR

Esta entrada la dedico al primer día completo que pasé en la UPR desde el semestre pasado. Había: manifestaciones, marcha,  clases en exteriores con Autoparlante y poesía del salvadoreño  Roque Dalton, clases en interiores en que las profesoras eran sólo un «voice-over» ante los plenazos de fondo,  arresto injustificado a un estudiante que hacía la fila para merendar, un perímetro de la policía y la Fuerza de Choque en el estacionameinto de Ciencias Sociales, besos y acoso por parte de policías a estudiantes, quejas de disidentes, reclamos de huelguistas, encuentre con compañer@s de lucha e indiferencia a flor de piel por caras que sólo he visto en salones de clase y jamás en las plazas.

Había un aire como de prohibido. Ante todas las crónicas que he leído recientemente, blogs, facebook y Radio Huelga incluidos, me preparaba para asumir la encerrona en los confines de la UPR; ese lugar en el que en mi primer año de Universidad cultivaba al menos 12 horas de mi día. Asumir mi indepedencia me ha costado mucho, me atrevo a apostar que no más de lo que le ha costado a cualquier joven que decida hacerlo en este país. Hablo de trabajo. De seguir estudiando, ya no al mismo ritmo, ya con menor presencia en los procesos comunitarios de la universidad, ya con menos tiempo para un ojo más crítico. Un pie en el campo laboral y otro en el resto de la vida; en fin que la falta de presencia en ambos. Obligo a mi cabeza a enfocarse en mi trabajo cuando voy a la oficina y obligo a mi cabeza a no soñar con poder devorarme el mundo cuando  voy a la Universidad, porque trabajo.

Este semestre la cosa es distinta, por lo menos dos días podré estar completos. Y mi impacto ante el primero origina esta entrada. L@s invito a recorrer la Universidad de Puerto Rico, sobre todo un día en el que querer caminar sobre la grama y no por veredas designadas olía a peligro, a ilegitimidad.