Encabulla, Vuelve y Tira

Volteaba los ojos aún cerrados, preguntándome qué hacer con el irregular pulso que sentía en las entrañas. Juraría que era ensordecedor, pero la verdad es que me permitía escuchar todo cuanto quisiera con mayor claridad. Imagino así deben sentirse los músicos cuando escuchan el  compás. Antes de comenzar una pieza poseen cuatro pequeñas oportunidades para afinar su concentración musical. Ese compás cardíaco rasgaba cada capa de mi ser. Justo al avistar la esencia, justo cuando el inconsciente se preparaba para auto conocerse, justo cuando comenzaba a desenmarañar el sueño que acababa de tener, mis ojos quedaron abiertos. Sabio el cuerpo que se resiste a revelarse. Terca mi mente que aún despierta continúa en la hazaña de auto diagnosticarse.

Sucede que en mi sueño veía caras conocidas, amistades de la escuela elemental llenaban al tope lo que aparentaba ser mi casa de adulta; era una especie de reencuentro. La casa tenía múltiples áreas de estar, y en todas habían rostros conocidos. El calor era insoportable y no se porqué inconcebible razón estábamos en vestimenta de gala. Recuerdo que la imaginación no me alcanzó para envejecer sus rostros. En nuestros cuerpos de niños discutíamos lo que habíamos hecho con nuestras vidas, nuestros estudios y nuestras metas. Hermosa forma de crear un encuentro que jamás sucedió. Había rostros específicos: aquél amor platónico, aquella amiga del alma, aquella niña a quien le envidiaba la belleza, aquella “cafre” que todo lo decía y aquellas niñas odiosamente inseparables que todo lo chismeaban. Fue afuera de la casa, que me senté en la acera con la tercera de éstos personajes. Ya no me sentía envidiosa, pero su belleza era igual de delirante. Conversaba con ella la vida lograda académicamente y allí se apareció, dejándome perpleja, aquél primer amor. Ese amor que por años he tratado de reencontrar en las calles de mi pueblo pero que ni por casualidad he dado con él.  Porqué ahora, porqué en esta etapa de mi vida tengo que recordar aquél escenario. Y justo en ese momento los ojos se abrieron.

Terca mi mente, a descifrarlo iba. Encabullaba mi sueño y lo tiraba nuevamente, deseando que en su repetición aparecieran nuevos elementos. Enorme maldición la de los sueños que mientras más se recorren, menos tramos se recuerdan. No obstante, considero tener las piezas que necesito; era ese momento. El momento en mi vida en que tener excelente promedio era relajado. El ámbito emocional-amoroso no era el triángulo de las Bermudas.  El futuro era abierto, inconcebible e ingobernable. Apenas aprendía a manejar el carrito de la vida y las emociones no eran barrancos como los que sobran en Trujillo Alto. Me consumía horas pensar en cómo compartir más con aquél chico, ser siempre amiga de la mejor que tenía, ser curiosamente hermosa a los ojos de alguien como aquella niña popular, huir de aquella niña que expondría mi vulnerabilidad al universo y alejarme de las agitadoras bocas que sólo complicarían mi simple realidad. Revivir aquél escenario es la mejor forma para entender que tuve esa vida alguna vez. Encabullo y vuelvo a tirar, como decía Don Cholito.

Mezclo y barajo las escenas; alternándolas lograré escudriñar algo más, me repito. Trato de cercar mi pensamiento. Fue al profe de Literatura y Dictadura al que dije alguna vez, en jerga filosófica, que el fenómeno A no puede ser definido sin la presencia del fenómeno B. La vida (A) se explica ante la posibilidad de la muerte (B). La luz ante la inminencia de su ausencia. Uno, ante la presencia de un otro. Si uso este diccionario para definir mi actualidad diría que los estudios ya no son ni serán tan relajados, y ese miedo me perturba algo. También diría que ojalá existiera un triángulo o alguna otra figura geométrica que pudiera servir de referente a mis emociones y amoríos. Diría que ese compás matutino está marcando, al cuarto tiempo, la llegada de una experiencia abierta, inconcebible y en efecto, ingobernable. Será de todo menos un carrito que pueda manejar fácilmente. No obstante, no habrán barrancos geográficos sino circunstanciales, inherentes a quien asume vivir una vida tridimensional.

Sobre aquél tiempo, que se me iba de las manos delirando la compañía del amado, aclararía que en contraposición mis horas no están siendo coherentes a la práctica que amaría asumir. Dichas horas parecen estrictamente pautadas cuando debieran ser consumidas como caudal soberbiamente soberano. De qué me vale sólo desear la permanencia de mis amistades si no puedo sembrar actos que las preserven orgánicamente. De nada me ha de servir admirar deidades externas sino puedo erigir, mucho menos mantener, cuanto de mi sea seductor.  De poca utilidad será huir de quien me exponga si es mi insensata transparencia la que me vulnera a la humanidad. Finalmente, tal como sucedió en el sueño, porqué acercarme y saludar hipócritamente a ese par que se alimenta de mis ansiedades. De nada me sirve ir hacia esa pareja para sentir que tengo una realidad compleja. Irónica y recientemente uno de ellos me dijo que la vida en sí no es compleja, sino que es simple y la complicamos. Inconscientemente le respondí que si es tan simple, está en mis manos trascender mi propia telaraña para llegar a donde debo. Jamás entenderá que fue ese el consejo que anunció la despedida.

Tulipán Africano

Abrí los ojos a las 2:30 de la tarde. De muchos sueños, como este, me levanto con el corazón en la boca. Aquellos, parecidos a este, los descarté según me despertaba. De algunos me levanté triste, de otros enamorá o incluso mojada. De este me levanté como si fuera otra vida la que tuviera en mis manos. El día se sentía nuevo, diferente. Mientras más me incorporaba más se afinaba mi concentración existencial. Sabio compás que continúa marcando el tiempo aún cuando, habituados al sonido, dejamos de escuchar que está marcando. Me asomé a la ventana a las 5:30 de la tarde. Había en el suelo de ese patio que me supera en altura, el capullo de un Tulipán Africano; ese árbol traído a Puerto Rico para reforestar milagrosamente los bosques desahuciados. No puedo ni imaginar lo que hará de mi patio en unos meses pero sí lo que comienza a hacer de mi alma. Termino este escrito a las 7:30 de la noche. Sigue siendo un día diferente. Me gustaría la noche también lo fuera y el día siguiente. Para los días en que olvide este sentimiento de plenitud tendré esta brújula en mis manos, el tiempo tatuado en mi brazo y el Tulipán Africano riendo en mi patio.

Tulipán Africano

Tulipán Africano